Skip to main content
Noticias

«Oye toca ver» Programa de Artes Escénicas

 

Empezamos  este artículo con la intención de  hacer un somero repaso por los espectáculos que pudimos observar el año pasado dentro del circuito OYE, TOCA VER. Realzar una vez más su alta calidad y romper una última lanza por los organismos que contribuyeron a poner en pie esta iniciativa, y a los programadores que nos agasajaron con estos espectáculos,  que son de los que hacen afición, que tanta falta nos hace y que son el fundamento de esta profesión, a la par que beneficioso, por su calidad, para la distribución y repercusión económica del sector.

Empezando por “La Batalla de los ausentes”,  que pudimos ver a finales del año 2022 en Los Realejos y que, esencialmente a los espectadores que ya, por lo menos, peinamos canas, nos encendió las expectativas de estar ante un suceso del que debíamos posicionarnos atentos e ilusionados. No nos decepcionaron, pues desde el primer momento, y en este primer espectáculo de La Zaranda, nos sacaron  los recuerdos de una historia, la más dramática historia, que, aunque cada vez más lejana, pudimos volver a oler en su descriptiva podredumbre.

Y no nos despistemos, estos jerezanos, no nos contaron “batallitas”, nos enseñaron las miserias que aún arrastra una sociedad del siglo XXI y que habita en el núcleo del “primer mundo”. Recrear las deterioradas soluciones de unas ideas trasnochada por el paso del tiempo y conseguir revivir situaciones repetidas en nuestra historia y reconocibles, no es poca cosa. Quizás sean esas repeticiones de cartón piedra, las que marquen la historia de quienes no acabamos de creernos nuestra propia capacidad de diálogo. Maniquíes de cartón piedra que utilizaron para hacernos visible una fábula ya muerta. (Nos referimos al relato de la guerra civil española que nos contaron).

Pero todos estos maniquíes y personajes de otra época, tienen poco que ver con la utilización de las máscaras de Lazarín, en el norte de Portugal, “LOS CARETOS”, que aunque también viejas, como todas las tradiciones, se rejuvenecen cuando otros jóvenes actores las portan y logran construir un espectáculo universal, agrario  y poético. Nos referimos a “FARDO”, espectáculo representado en Los Realejos el 8 de Enero del 2023, y cuya crítica se publicó en el “DIARIO DE AVISOS”, el cinco de Febrero siguiente.

Tuvo esta compañía portuguesa, PERIPECIA TEATRO,  una gran aceptación con una propuesta bucólica, rayana a la mitología rural y que en un ambiente, cuya principal escenografía consistía en múltiples pacas de paja, acorde con el colorido de unas máscaras de madera vista, creaban un espectáculo bello en su plasticidad, con diversos ritmos en sus movimientos, según los temas tratados, y místico en sus contenidos.

Ni que decir tiene que la introducción de las máscaras en el acto dramático es un hecho intrínseco, inseparable,  un mismo fenómeno social  desde el comienzo de esta nuestra cultura occidental, allá por la Grecia del año 2500 antes de nuestra era. Las variaciones, que de estos elementos se han hecho, son múltiples, y en este circuito de teatro  que hemos podido disfrutar, tenemos, aparte de la utilización de los maniquíes por la compañía andaluza, La Zaranda, que podríamos emparentar, en su esencia, con el trabajo de las máscaras, aunque no por su función,  dos espectáculos más dignos de resaltar, uno es este de Peripecia Teatro, de Portugal, y otro venido desde el país Vasco, Kulunka Teatro, con una mágica función que reseñaremos ahora.

Debemos exponer primeramente que la utilización de las máscaras en la interpretación teatral, entraña una especial dificultad para el actor que las utiliza; este tiene que mimetizarse con el objeto que sustituye su cara para crear un personaje  con una sola presencia, una unidad identitaria más dentro de la dramaturgia de la obra que se representa.

En ”KULUNKA TEATRO”,  nos comentaba el director Iñaki Rikarte, de “ANDRE Y DORÍN”, que fue la obra que nos presentaron en este circuito, que conseguir esa unidad entre actor y máscara, en cada uno de los personajes ─todos iban con careta─ fue un arduo trabajo de simplificación gestual, reduciendo los valores compartidos con el espectador a la mínima expresión, impidiendo confusiones con el exceso de gestualidad y los ritmos de esta, desorden que normalmente arreglamos con el texto.   

André y Dorín  nos cuenta el proceso final de una enfermedad tan espectacular en su desarrollo patológico y de repercusión familiar, cómo estos trabajadores de la ficción supieron trasmitirnos, un drama lleno de ternura que nos angustió, hermanándonos en una vertiginosa caída vital,  de la que nadie estamos a salvo, El Alzhéimer. De alguna manera, la interpretación con las máscaras, que cubrían todo el rostro del actor, nos fue hablando de esa pérdida de comunicación que se produce entre el enfermo y su entorno más próximo en los episodios de las distintas etapas de la evolución de esta enfermedad, progresando persistentemente hasta el dramático desenlace final.

Decir, para terminar, que si bien en el epílogo de la función nos recomponen haciéndonos partícipes de una vida que continúa, como espectadores, hemos de estar muy agradecidos a una compañía de teatro que nos ha enseñado cómo conseguir una estrecha relación con la historia que nos cuentan, y que no es fácil de observar y sentir en otras funciones, con predominio de una interpretación a cara descubierta.

Con estos tres espectáculos, de alguna forma unidos por la utilización de elementos que suplen la identidad del actor y crean un personaje independiente en toda la trama, terminamos esta primera entrega del repaso al circuito de teatro Oye, toca ver,que hemos podido disfrutar el pasado año en la isla de Tenerife. Hasta la próxima.

                                                                Paco G. Palmero